martes, 17 de abril de 2007

Me pongo el pongo y me saco el saco.

La indumentaria que utilizamos diariamente preserva nuestros cuerpos desnudos dentro del plano de la intimidad, nos protege de agentes externos que pueden hacerle daño, pero también puede cumplir roles mucho más interesantes y significativos.

La ropa es una forma de diferenciación social, plantea –al igual que un género cinematográfico- un horizonte de expectativas. Uno, al ver un hombre vestido de determinada manera, puede pronosticar el origen social del mismo, sus gustos musicales y tal vez su identificación con algún imaginario social. Este proceso, en donde se otorga sentido a la indumentaria es, claro está, arbitrario, no motivado y construido. Pero a pesar de ello, considero que en la tarea diaria de la elección de la ropa se ponen en funcionamiento ciertos esquemas mentales. Estos funcionan con prohibiciones, autorizaciones y sanciones para los casos en que se transgreda dicha norma. Este reglamento es implícito ya que no se encuentra escrito en ningún lado, más bien se encuentra internalizado en cada individuo. Y estos lo aceptan para elegir a su gusto un uniforme determinado y para formar parte de un grupo no menos determinado.

Por lo tanto la pregunta que me hago es ¿Qué me pongo con el pongo y que me saco con el saco?

De todos modos debajo tenemos el uniforme de piel humana y este es mucho más rígido.